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Manzanilla,un vino ligado a su origen, Sanlúcar de Barrameda

Artículo escrito por Beltrán Domecq, Presidente del Consejo Regulador y César Saldaña, Director General del Consejo Regulador.

Hace algo más de un año que Sanlúcar y todo el Marco de Jerez celebraron los primeros cincuenta años de la Denominación de Origen Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda. Efectivamente, fue el 15 de diciembre de 1964 cuando se publicó el Reglamento mediante el que se otorgaba al vino sanluqueño la protección que el ordenamiento jurídico español concedía entonces a los vinos de mayor calidad. No son muchas las denominaciones de nuestro país que han alcanzado este nivel de madurez, pero también es cierto que son bien pocos los vinos que tienen una historia tan larga y tan fecunda. En realidad, lo cierto es que cincuenta años no parecen mucho si contemplamos la centenaria tradición vinatera de Sanlúcar y de toda la comarca, que se remonta muchos siglos atrás. Pero es que debemos de tener en cuenta que el concepto de Denominación de Origen tiene poco más de ochenta años de historia dentro de nuestro ordenamiento jurídico.

Fue el 26 de mayo de 1933, con la publicación del Estatuto del Vino, cuando apareció por primera vez en España esta figura de protección. En esta norma se contemplaban los nombres de 30 regiones, ciudades o términos tradicionales que ya por aquel entonces habían adquirido un prestigio contrastado por la calidad de los vinos que identificaban: Jerez, Rioja, Valdepeñas… y también Manzanilla - Sanlúcar de Barrameda. De acuerdo con lo previsto en la Ley, los bodegueros de Sanlúcar y de otras localidades del Marco se pusieron a redactar el correspondiente Reglamento, aunque ese primer documento finalmente no llegaría a ver la luz. Las labores se extendieron durante buena parte del año 1934 en la estación de Viticultura de Jerez, en paralelo a la redacción del reglamento de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry, y con múltiples puntos en común. El texto incluía curiosidades interesantes, como por ejemplo la necesidad de que los solerajes de la Manzanilla dispusieran al menos de cinco criaderas (o “clases”, en el argot sanluqueño), unas existencias mínimas para las bodegas de crianza de 400 botas o un cupo de ventas del 60%. Y adoptaba como escudo de la Denominación el del Consulado de Comercio de Sanlúcar, con su leyenda “moviendo enriquece”, que en este caso constituye una bella alegoría de nuestro sistema de soleras. Pero finalmente este reglamento no llegó a publicarse, optando los redactores del mismo –probablemente en un ejercicio de economía procesal– por fundirlo con el de la nueva Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry, en el que se incorporaba la Manzanilla como uno más de los tipos de jerez.

Los primeros años de la Denominación de Origen única del Marco de Jerez fueron convulsos; aunque ese primer reglamento fue modelo para otros muchos, incluía sin duda contradicciones que pronto se demostraron insalvables. Entre ellas una no menor, como era la posibilidad de que pudieran utilizarse por parte de las bodegas inscritas vinos de las provincias de Huelva, Córdoba y Sevilla; algo que evidentemente contradecía el propio concepto de Denominación de Origen. Las lógicas tensiones entre productores y comercializadores provocadas por este hecho dieron lugar a la suspensión temporal de la Denominación y a la publicación de sucesivos textos en los que, de forma gradual, fueron solventándose algunas de las mencionadas contradicciones del texto inicial.

Pero además, en el caso de la Manzanilla, nuestra Denominación se enfrentaba a otro factor distorsionante, como era la competencia de vinos de otras procedencias, que se comercializaban igualmente haciendo uso del nombre tradicional de nuestros vinos, es decir, manzanilla. Tras diversos intentos infructuosos de proteger la autenticidad de nuestros vinos, finalmente los productores del Marco, ante la ausencia de otros mecanismos de protección para las menciones tradicionales, optaron por dotar a la Manzanilla del estatus de Denominación de Origen, vinculando definitivamente este vino con su origen genuino. Ello se materializó en el Reglamento de las Denominaciones de Origen Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla - Sanlúcar de Barrameda, publicado el 15 de diciembre de 1964.

Pero la historia de la protección jurídica de la D.O. Manzanilla no estaría completa sin referirnos al Reglamento comunitario 1426, del 26 de junio de 1996, en el que quedó recogido que no es necesario aludir el nombre de la localidad de Sanlúcar de Barrameda para referirnos a la única Manzanilla posible, es decir, a la de Sanlúcar. Hasta entonces, no eran pocas las interpretaciones de que siendo el nombre de la D.O. “Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda”, ello llevaba implícito que podía haber otras manzanillas. De hecho, hubo incluso una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que establecía que “manzanilla” era una denominación de carácter genérico, para un vino blanco –según decía– “de libre elaboración dentro de unas determinadas normas”. Ante tal desatino, el Consejo Regulador recurrió inmediatamente la sentencia ante el Tribunal Supremo, al mismo tiempo que planteaba en el Ministerio de Agricultura la inclusión del término Manzanilla en la reducidísima lista de Denominaciones europeas que se identifican por un término no geográfico, al lado de nombres como Cava, Blanquette, Muscadet y Vinho Verde. En definitiva, con el Reglamento comunitario 1426/96 quedó finalmente establecido que no hay otra Manzanilla sino la manzanilla de Sanlúcar de Barrameda. Y precisamente por ello desde entonces cada 26 de junio, día de publicación de la citada norma europea, celebramos en Sanlúcar y en todo el Marco de Jerez el Día de la Manzanilla.

Pero con independencia de todo este trabajo de protección jurídica, lo verdaderamente importante es que rindamos homenaje a los hombres y mujeres que desde hace más de cincuenta años, muchísimo más, han hecho posible un vino tan excepcional como la manzanilla. Esas personas que con su esfuerzo y buen hacer en las viñas y en la bodega nos han regalado –y nos siguen regalando– un producto único, que es el orgullo de un pueblo y de toda una comarca. La Manzanilla es un tesoro de la enología y un regalo para los sentidos. Su color pálido, su fresca y penetrante fragancia, su sabor seco, ligero y lleno de matices, la convierten en uno de los vinos más especiales y apreciados del mundo, sin duda todo un símbolo de nuestra cultura y de nuestra tierra. Y todo ello no es más que el fruto de unas condiciones muy particulares de tierra, cultivo y elaboración, pero sobre todo del envejecimiento en las bodegas de Sanlúcar de Barrameda.

Tres grandes agentes condicionan el microclima sanluqueño, tan especial: el río Guadalquivir, el límite natural por el norte de Sanlúcar; el Océano Atlántico, donde aquél vierte sus aguas y que bordea la ciudad por el oeste; y la marisma, esa gran extensión de llanura sobre el antiguo delta que representa una ausencia total de relieve. En este contexto, las temperaturas rigurosas del sur de España se suavizan y la humedad relativa se incrementa. Contribuye a ello la propia estructura del relieve de Sanlúcar, integrada por dos bancales a distinto nivel, el Barrio Bajo en la cota del mar y el Barrio Alto unos metros por encima, de modo que la brisa marina, el viento de poniente que transporta la humedad, se encuentra con la pantalla que ofrece el Barrio Alto, se ralentiza y la transmite al casco urbano sanluqueño. Estas condiciones excepcionales  hacen que el velo de flor que crece en las bodegas de Sanlúcar y, con ello, las especiales características organolépticas de los vinos de crianza biológica que se crían en ellas, tengan una personalidad propia. 

Durante sus años de crianza, la Manzanilla se convierte es ese vino tan especial  que sólo puede resultar de la situación geográfica de las bodegas sanluqueñas, unida a siglos de tradición enológica. 

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Vinos de Jerez @vinosjerez
23 Mayo 2016
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