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El Quita Sueño del arrumbador

El quita sueño podía aparecer de una manera fortuita a la hora de levantar una bota, de rodarla e incluso a la hora y el minuto de elevarla para ‘embojarla‘ en la escala requerida.

Hay un monumento en Jerez que refleja con firmeza lo que significa el oficio de arrumbador,  una gran escultura en forma de metopa clásica que esculpió el artista jerezano Francisco Pinto Berraquero, donde se muestra parte de los utensilios y herramientas que utilizaban estos trabajadores del Jerez.

El arrumbador directamente, constituye junto al gremio de los toneleros el principal oficio de bodega. Pero no nos vamos a entretener en explicar las innumerables faenas que desempeñaban este gremio,  hoy nos vamos a remontar unos años atrás donde no existían las máquinas y donde las botas la almacenaban en piernas o andanas cuadrillas de hombres cuyos únicos instrumentos eran ‘los palos de carga’, ‘la tranquilla’, ‘el cintero’ y una faja de categoría.

Imaginaros cargar una bota llena de más de setecientos kilos, donde unos hombres  jalaban con los cinteros o cuerdas mientras otros aseguraban la bota que no cayese hacia atrás mediante palos. Toda una proeza de gente recia. Pero antes de ‘embojar’  la vasija en la posición que se requiriese en la escala correspondiente, empatizamos un momento con las manos de esos trabajadores. Ninguno entonces llevaba guantes reglamentarios, los más ‘sensibles’ muchas veces utilizaban en las manos, para evitar la quemazón del arrastre del cintero, la denominada ‘jocifa’, ‘hocifa’ o ‘jofifa’ proveniente de la palabra andalusí ‘aljofifa’, cuyo significado es el conocido y habitual paño “de toda la vida”. Cuando hablamos de un arrumbador, normalmente nos evoca a gente corpulenta, con gruesas y ásperas manos y salchichones por dedos, donde ni sienten ni padecen cualquier rasguño. “¡Estaban acostumbrados!” Suelen contestar algún tertuliano, “¡Se cortaban pero no sentían nada!” Te refutan, como si estos hombres el día que los dieron a luz, hubiesen nacido con esas poderosas manos. Una especie de superhéroes a la jerezana que a cualquiera le puede pegar una ‘Atragantá’ y dejarlo en el sitio. Inmunizados contra el tétano, rodaban o ‘roaban’ botas con los ojos cerrados, cogían las jarras bodegueras de doce litros llenas de Jerez una y otra vez y se las pasaban al compañero en alto en la llamada ‘corridas de escalas’ sin cortarse los dedos ni mancharse las blancas y remangadas camisas.

Pero como todo en la vida,  existía un temor entre las cuadrillas de arrumbadores. Algo que si se comentaba en el descanso del bocadillo, en ese momento, más de uno sacaba la sonrisa socarrona seguida de un leve lamento.  El nombre del diablo era sin lugar a duda “El quita sueños”. Más incluso que un buen golpe con la testa de la bota en la espinilla.  “El quita sueños” era y es una especie de punta recortada en la rebaba de la testa de la vasija, normalmente en el fleje coronar llamado también cabeza coronar o ‘talugo de coronar’. Aunque igualmente, en menor medida pero bastantes molestos y dolorosos eran y son algunos  restos puntiagudos que no han sido del todo remachados en la tonelería y se encuentran muchas veces en ‘el Colete’, -uno de los arcos que más coincide con las manos a la hora de rodar las botas-.  Estos restos arañaban y arañan como agujas  pero en nada tienen que ver con el temido “quita sueños”. El quita sueño podía aparecer de una manera fortuita a la hora de levantar una bota, de rodarla e incluso a la hora y el minuto de elevarla para ‘embojarla‘ en la escala requerida. Un corte de esa punta podría ocasionar un gran dolor, a parte de la gran inflamación que conllevaba. Normalmente, este ‘corte’ en la rebaba de la barrica era ocasionado por fortuitos e inevitables golpes que deformaban la testa e incluso muchas veces, en el tiempo de trabajar con las botas, cuando se localizaban estas afiladas fisuras se marcaban con tiza para que el respectivo compañero no tuviese una noche movidita.

Aun así, el oficio de arrumbador es el trabajo más bonito y orgulloso del mundo, una profesión que el que tenga la fortuna de trabajarla, nada ni nadie le impedirá ser el guardián del tesoro más puro de nuestra tierra; el Jerez.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las de sus autores y no representan necesariamente las del Consejo Regulador.
Francisco José Becerra Marín
Co-fundador de La Sacristía del Caminante e Historiador por la Universidad de Cádiz, ha sido colaborador en la investigación y catalogación archivística de los fondos Bodegueros de Gutiérrez Hermanos, Manuel Argüeso y Cayetano del Pino en el Archivo Municipal de Jerez de La Frontera. Y también ejerce como colaborador en la Comunidad Vinetur y columnista en el periódico +Jerez. Su pasión hacia nuestros Generosos siempre ha sido directa, trabajando como técnico operario en las pretigiosas Bodegas de González Byass.
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Francisco José Becerra Marín @lsdCaminante
02 Julio 2017
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